Estoy Aquí.

Estoy aquí, sintiendo la sonrisa interna que me acompaña con tanta frecuencia en los últimos tiempos. Todo el cuerpo, todo el ser se siente vivo; lo llena todo, y lo único que apetece es sentirla, disfrutarla, y siempre me viene el mismo pensamiento, «qué diferente sería el mundo si todos y cada uno de nosotros nos permitiéramos este estado del Ser».

No es una felicidad que sienta como consecuencia de lo que hago o dejo de hacer, ni de con quien me relaciono o dejo de relacionarme, no. Viene del interior, viene de una fuente muy profunda en mí. No es mi faceta humana la que la provoca, no puede; solo puede permitirla y regocijarse en ella. Es el reconocimiento de quien Soy en mi Esencia, la verdadera fuente. Y no solo el reconocimiento, sino mi libre disposición a ser consciente de ella; mi compromiso a encarnar esa energía mientras soy consciente de ella. Una premisa si es necesaria según mi experiencia, ESTAR AQUÍ presente, no en el pasado, no en el futuro. Sino permitiendo todo al mismo tiempo, permitiendo que el pasado y el futuro estén aquí en el presente. Porque en realidad todo está pasando en el presente.

¿Soy constantemente consciente? No. Aún hay muchos momentos en que me distraigo en la dualidad, en los que me sumerjo en los juegos mentales y emocionales, en los que sigo reaccionando a esos juegos como si fuera la única realidad. Y sí, claro, es la única porque estoy poniendo todos mis sentidos en ella, y mientras sea así, será la única respuesta a dicha experiencia. Aunque es verdad que ya no me enredo tanto tiempo en ellos como antes. Ahora sé que no es la única forma de experimentar esa realidad.

Sí, puedo estar en cualquier momento y situación SINTIÉNDOME, dándome cuenta de esa Conciencia que Soy y de esa Energía que se comunica en mí como la más hermosa de las sinfonía, otras veces como una gran cantidad de amor que me acaricia internamente, o una gran sensación de paz.

Y también puedo estar inmersa en una experiencia sin pararme a ‘anclarme’ en eso que Soy, reaccionando solo en lo que yo llamo el «modo humano». Y no es porque tenga que estar vivir, o solo como humano o como divino; no son incompatibles, quiero decir, se puede estar en cualquier experiencia que se presente en la vida en «modo humano y divino» al mismo tiempo, pero aún hay momentos en que hago como que me olvido y actúo desde la vieja versión humana. No siempre me resulta fácil no «engancharme» en las energías del ambiente porque nuestros ganchos, en este caso mis ganchos reactivos, a veces son excesivamente rápidos y sutiles para pararme a tiempo a observarlos.

Antes me juzgaba, ahora no. Poco a poco gana espacio la nueva versión «humana y divina», la Maestra encarnada, simplemente porque ese es mi compromiso y me encanta. Me permite experimentar la vida con una nueva profundidad y sentido, añade nuevas dimensiones a la experiencia humana. Muchas veces es un gran reto, conlleva cambios muy profundos que no siempre son bien vistos o bien entendidos por las personas cercanas, por la familia, por la sociedad. Le requiere a una soltar viejas identidades, viejas formas de adaptarse a la comunidad, y digo viejas no solo por obsoletas, sino porque muchas de ellas se han convertido en señas de identidad de la familia o del grupo de pertenencia. También requiere aclara imágenes distorsionadas de la realidad, tomar conciencia de que mi realidad externa me muestra como es mi interna, abrirme a lo desconocido y confiar plenamente en el proceso que está teniendo lugar.

Me apetece recordar que el camino de cada persona es único. Ante un mismo mensaje, lo que entienden y la respuesta que dan los integrantes de un grupo de personas , no suele ser igual para todos; es más, la mayoría de las veces suele ser diferente o muy diferente. Y añado, lo que hoy experimento como una verdad puede que mañana se vea modificada, debido a que he tenido una apertura a una verdad mayor que la completa y la puede alterar parcialmente, o porque le faltaba algún punto de claridad en este momento. Así es para mi, y también le pasa a las demás personas. A ti también.

¿Estoy en otro mundo? No y sí. Mi realidad aparentemente es la misma, pero no la vivo de la misma forma. Me siento plena en la vida sencilla, no necesito hacer grandes planes, tener grandes retos, siento la abundancia dentro de mí. Mi propia compañía me colma. No me siento sola, no lo estoy. Además, tengo muchos motivos para disfrutar y celebrar: mi pareja, las amistades, la familia, las mascotas, la naturaleza en todas sus expresiones, la comida, las expresiones creativas…

Con el intenso proceso de transformación interna , muchas de mis realidades externas se han transformado también. Por ejemplo, muchas relaciones se ha descolgado por diferentes motivos pero, básicamente, porque ya no hay nada que nos llame a compartir, como si estuviéramos en mundos diferentes que no se atraen. En muchos casos sigue vivo el cariño, una honra a la persona más allá de que esté presente o no, de que haya comunicación o no. Digamos que ha tenido lugar una selección natural.

De las nuevas perspectivas de observación emergen nuevas formas de vivir en la realidad, nuevas respuestas a viejas dinámicas, viejas dinámicas que se van transformando o, sencillamente, desapareciendo. Por ejemplo la alta reactividad emocional y mental muy característica en mí durante muchos años se ha suavizado tanto que, en algunos momentos, me sorprendo yo misma con las respuestas llena de calma que surgen gracias a esas nuevas perspectivas. Y diciendo perspectivas me refiero a la distancia y consciencia desde la que observo la experiencia o el hecho. De hecho, tengo la sensación de haber vivido (por supuesto sigo haciéndolo) muchas vidas en esta misma encarnación, con este mismo cuerpo físico. Ahora me dirás: «el cuerpo va cambiando constantemente y al cabo de siete años no es el mismo». Vale, lo acepto. Pero entiendes a qué me refiero, ¿verdad?

Para terminar quiero dejarte una reflexión para ti, querido lector: ¿Qué significa para ti «estar vivo en la vida»? Por favor, escucha la respuesta de tu corazón.

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